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sábado, 8 de septiembre de 2012

Publicado por AUDREY HERNANDEZ


La Praxis Pedagógica desde la dialogicidad
 
El proceso comunicativo dialógico surge desde la Educación Popular como herramienta dinámica que posibilita el encuentro entre semejantes y diferentes, un encuentro de voces de los protagonistas inmersos en un contexto en el que convergen sus necesidades, intereses, y luchas, encuentro entre seres humanos para la tarea común del saber y actuar, que puede convertirse en fuente de poder por su carga de criticidad y realidad contenidas en el lenguaje y de esta manera en fuente de transformación de la realidad existente, del empoderamiento y movilización de colectivos.  
Perspectiva ésta, en la que el conocimiento se considera como el resultado del diálogo donde coexisten múltiples interlocutores que van en la búsqueda de un consenso, los cuales se encuentran inmersos en un contexto social contradictorio e históricamente determinado, acto que implica un movimiento dialéctico, que pasa de la acción a la reflexión y de la reflexión de la acción a una nueva acción, he allí la génesis de una práctica pedagógica transformadora,
Apoyados en estos planteamientos es posible generar procesos pedagógicos en los ambientes educativos, donde se promuevan condiciones para la construcción de relaciones reversibles, que posibilite la conversación, el diálogo fecundo desde la diversidad, e impulse la construcción de nuevos significados, en una praxis en la que los que participan se sientan gestores de nuevos mundos posibles y protagonistas en la transformación de su propia realidad.
La práctica pedagógica desde el pensamiento freireano, se orienta al logro de una creciente humanidad, en la que el aprendizaje de convierta en una práctica de libertad, de liberar haciendo surgir la conciencia, la cual favorece la inserción crítica en la realidad, sin olvidar que para los seres humanos el hecho de estar en el mundo, genera incertidumbre, por lo que se revela como ser racional que se encuentra sin más defensa que su poder de aprender (racionalidad).
Desde este punto de vista, la educación debe tener como uno de sus ejes orientadores, el diálogo por su importancia como medio para alcanzar una visión cada vez más crítica de la realidad. Freire se refiere al diálogo como: “Decir la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres... Decir la palabra, referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de los hombres para esta transformación. El diálogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotándose, por lo tanto, en la mera relación yo-tú”
De acuerdo a lo expuesto por este autor, en el diálogo se construyen las relaciones propiamente educativas, y en ellas se fundamenta el modo de ser y de estar como educador y estudiante, educándose mutuamente, haciendo juntos el camino de la búsqueda de la verdad, construyéndose como personas en su dimensión más humana, por lo que el docente tiene entre sus responsabilidades amar a sus estudiantes con un amor fraterno.
En la práctica dialógica, el educador emerge como compañero de un proceso, se educa con quien acompaña en la misma tarea del diálogo, estableciendo una reflexión de ir con el otro, juntos, ni arriba ni debajo, sino una relación comunicativa horizontal: “nadie educa a nadie, así como nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión y el mundo es el mediador” (Freire, 2001, p.86). Los aportes que ofrece el estudiante, son tan relevantes como los del educador, pues el proceso comunicativo dentro de la práctica pedagógica no se caracteriza por su unidireccionalidad sino por su bidireccional y multidireccionalidad, en la que ambos aprenden. De este modo, los procesos de enseñanza no se reducen a un hecho informativo o instructivo, sino en su esencia confluyen un cúmulo de interacciones que ofrecen la riqueza formativa a este proceso.
El diálogo es educativo, en la medida que implique una postura crítica y una preocupación  por aprehender la razón de ser del objeto (a conocer) que media entre los sujetos. Un ser capaz de expresar con la palabra todo lo que lo rodea es un ser crítico, entonces ante la opresión cuestiona y no permite de su parte, sumisión alguna. Esta relación conlleva a una praxis desafiante que implica el continuo cambio, el devenir como acontecimiento humano concreto e histórico. En ella, se especifica que cada uno de los sujetos implicados en el proceso educativo no se conciben como objetos de estudio, sino como seres humanos portadores de saberes, intereses y deseos, seres que emergen de la interacción con el mundo al que pertenecen, unidades heterogéneas, complejas y abiertas permanentemente al intercambio. 

El Diálogo: Espacio Centrado en el Ser Humano

De la práctica pedagógica dialógica, emergen  algunos elementos que la caracterizan como espacio de humanización, encuentro y transformación, entre los que resaltan:
a) Promueve la creación de espacios psicológicamente seguro: el diálogo con el otro es posible en la medida en que las personas involucradas no se sientan amenazadas, mucho menos invalidadas en su concepción de una realidad. Las condiciones de la empatía, el aprecio positivo incondicional y la congruencia son necesarias para un clima psicológicamente favorable para el intercambio significativo entre personas.
b)  Humildad: la realidad no se aprehende, únicamente se puede llegar a tener diversas interpretaciones de ella, todo esto tiene un valor fundamental dentro de un proceso dialógico que propicia el acercamiento de las realidades de cada uno de los interlocutores, de una manera tentativa, tratando de ver si las comprensiones son congruentes en ambas personas. Ante la imposibilidad o arrogancia de llegar a conocer la verdad, de la otra persona, se asume una aproximación hacia ella desde la humildad, desde una postura que trata de entender y que se muestra falible.
c) Presencia: el diálogo implica el “estar ahí”, significa que la persona se encuentra con todo su ser dispuesta a dar respuesta a lo que el otro dice. De manera intrapersonal, significaría que la persona en ese momento concreto vive un estado de congruencia o de integración, y no de disociación, ya que esto último afectaría el nivel de involucramiento real con el “otro”.
d) Comprensión empática: Cada interlocutor, se presenta con una actitud que busca el entendimiento del “otro” desde su postura o su marco de referencia, sin perder nunca el propio o identificarse emocionalmente, en otras palabras: comprender al “otro” en sus propios términos.
e) Mutualidad: Este elemento implica que si la relación es asimétrica en cuanto al grado de poder de los participantes, en la medida en que se genere realmente el diálogo, también se generará un proceso de igualdad. Por lo que cuando uno de los interlocutores se ubica como más listo y más experimentado o más capacitado que la otra persona, en algún momento el diálogo incipiente se detiene o simplemente no se genera.
f) Participación: Ser parte de una comunicación dialógica necesariamente requiere que ambos contribuyan de manera facilitadora a un proceso nuevo, en donde no se conoce el destino, y mucho menos los resultados finales. Solo es en la mutua participación, sin enjuiciar o descalificar, que  puede surgir el proceso dialógico.
g) Construcción de significados: En el diálogo existe una serie de significados que ambas personas llevan consigo a este proceso. Más que una imposición, convencimiento o persuasión de que algunos significados son los correctos y otros no, la comunicación dialógica permite que en este proceso tentativo e incierto, ambas personas empiecen a construir  nuevos significados del objeto que se descubre. Después del diálogo se pueden revisar, constatar, reestructurar o revalorar los significados más atesorados y dar la bienvenida a aquellos que nacen de este encuentro significativo
h) La dignidad del “otro”: Esta actitud implica un respeto y una valoración no condicionada del otro participante. Es entender que más allá de las ideas, concepciones o posturas que el otro pueda tener, se encuentra por encima de todo esto su calidad como ser humano, único y distinto.
i) Autenticidad: Para que exista un encuentro significativo en esta práctica pedagógica, los que en ella intervienen lo hacen desde una postura genuina, entendida, como el permitirse ser y experimentar lo que se es en realidad. Ni la superficialidad o la estrategia manipulativa o encubierta pueden sustituir el encuentro auténtico que permite el diálogo.
  De este modo se observa, que la práctica pedagógica basada en la perspectiva dialógica, promueve una estrecha relación entre el estudiante, educador y el contexto en el cual se encuentran inmersos, lo que implica compartir ideas y experiencias dentro de un clima participativo, crítico, reflexivo, en el que los que participan comprendan las posibilidades transformadoras encerradas en esa experiencia; y en la que el educador, desde el enfoque crítico de Giroux, confirme la experiencia del estudiante como parte de este encuentro pedagógico, organizando prácticas que encuentren resonancia en las experiencias vivenciales de éstos, convirtiendo esa experiencia en algo problemático y crítico, promoviendo la emancipación, a través de procesos de enseñanza y aprendizaje orientados la aprehensión por parte del estudiante de herramientas necesarias para la transformación, que le permitan adquirir una nueva posición ante los problemas, como lo son: la criticidad, la reflexión y el análisis de las situaciones.
El desarrollo del estudiante como sujeto libre y transformador, solo será posible en la medida que el educador facilite situaciones de aprendizaje que signifiquen mayores retos para él, que le inviten a soñar posibilidades, que creen conflictos cognoscitivos que orienten e impulsen espacios de reflexión en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que el estudiante aprenda a valorar, argumentar sus puntos de vista, defenderlos ante los que se oponen a ellos, en los que tenga libertad para expresar sus criterios, para discrepar, para plantear iniciativas, para escuchar y comprender a los demás, para enfrentarse a problemas con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus propósitos, a través de un diálogo constante, lleno de revisiones y análisis críticos de los problemas, despertando en el la conciencia, para que sepa que puede ser capaz de hacer y actuar en su realidad y transformarla.

Fuentes:
.   Giroux, H. (1999). Los profesores como intelectuales. Barcelona: Paidós.
.   Freire, P. (1997). A la sombra de este árbol. Esplugues de Llobregat (Barcelona). El Roure.
.   Fromm, E. (1990) El Arte de Amar. Una Investigación sobre la Naturaleza del Amor. México: Editorial Paidós.
.   Ghiso, A. (2005) Sostener una mano o encadenar un alma... Legados de Paulo Freire para  la conceptualización de la Pedagogía Social en América Latina. Disponible: http://www.uv.mx/serviciosead/RedEad/Articulos/articulo1.htm.

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