La Praxis
Pedagógica desde la dialogicidad
El
proceso comunicativo dialógico surge desde la Educación Popular como
herramienta dinámica que posibilita el encuentro entre semejantes y diferentes,
un encuentro de voces de los protagonistas inmersos en un contexto en el que
convergen sus necesidades, intereses, y luchas, encuentro entre seres humanos
para la tarea común del saber y actuar, que puede convertirse en fuente de
poder por su carga de criticidad y realidad contenidas en el lenguaje y de esta
manera en fuente de transformación de la realidad existente, del empoderamiento
y movilización de colectivos.
Perspectiva ésta, en la que el conocimiento se
considera como el resultado del diálogo donde coexisten múltiples
interlocutores que van en la búsqueda de un consenso, los cuales se encuentran
inmersos en un contexto social contradictorio e históricamente determinado,
acto que implica un movimiento dialéctico, que pasa de la acción a la reflexión
y de la reflexión de la acción a una nueva acción, he allí la génesis de una
práctica pedagógica transformadora,
Apoyados en estos planteamientos
es posible generar procesos pedagógicos en los ambientes educativos, donde se
promuevan condiciones para la construcción de relaciones reversibles, que
posibilite la conversación, el diálogo fecundo desde la diversidad, e impulse
la construcción de nuevos significados, en una praxis en la que los que
participan se sientan gestores de nuevos mundos posibles y protagonistas en la
transformación de su propia realidad.
La práctica pedagógica desde el
pensamiento freireano, se orienta al logro de una creciente humanidad, en la
que el aprendizaje de convierta en una práctica de libertad, de liberar
haciendo surgir la conciencia, la cual favorece la inserción crítica en la realidad,
sin olvidar que para los seres humanos el hecho de estar en el mundo, genera
incertidumbre, por lo que se revela como ser racional que se encuentra sin más
defensa que su poder de aprender (racionalidad).
Desde este
punto de vista, la educación debe tener como uno de sus ejes orientadores, el
diálogo por su importancia como medio para alcanzar una visión cada vez más
crítica de la realidad. Freire se refiere al diálogo como: “Decir la palabra verdadera, que es
trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de
algunos hombres, sino derecho de todos los hombres... Decir la palabra,
referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de los hombres
para esta transformación. El diálogo es este encuentro de los hombres,
mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no
agotándose, por lo tanto, en la mera relación yo-tú”
De acuerdo a lo expuesto por este
autor, en el diálogo se construyen las relaciones propiamente educativas, y en
ellas se fundamenta el modo de ser y de estar como educador y estudiante,
educándose mutuamente, haciendo juntos el
camino de la búsqueda de la verdad, construyéndose como personas en su dimensión
más humana, por lo que el docente tiene entre sus responsabilidades amar a sus estudiantes
con un amor fraterno.
En la práctica dialógica, el educador emerge
como compañero de un proceso, se educa con quien acompaña en la misma tarea del
diálogo, estableciendo una reflexión de ir con el otro, juntos, ni arriba ni
debajo, sino una relación comunicativa horizontal: “nadie educa a nadie, así
como nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión y el mundo es
el mediador” (Freire, 2001, p.86). Los aportes que ofrece el estudiante, son
tan relevantes como los del educador, pues el proceso comunicativo dentro de la
práctica pedagógica no se caracteriza por su unidireccionalidad sino por su
bidireccional y multidireccionalidad, en la que ambos aprenden. De este modo,
los procesos de enseñanza no se reducen a un hecho informativo o instructivo,
sino en su esencia confluyen un cúmulo de interacciones que ofrecen la riqueza
formativa a este proceso.
El
diálogo es educativo, en la medida que implique una postura crítica y una
preocupación por aprehender la razón de
ser del objeto (a conocer) que media entre los sujetos. Un ser capaz de
expresar con la palabra todo lo que lo rodea es un ser crítico, entonces ante
la opresión cuestiona y no permite de su parte, sumisión alguna. Esta relación
conlleva a una praxis desafiante que implica el continuo cambio, el devenir
como acontecimiento humano concreto e histórico. En ella, se especifica que
cada uno de los sujetos implicados en el proceso educativo no se conciben como objetos de
estudio, sino como seres humanos portadores de saberes, intereses y deseos,
seres que emergen de la interacción con el mundo al que pertenecen, unidades
heterogéneas, complejas y abiertas permanentemente al intercambio.
El Diálogo: Espacio Centrado en el Ser Humano
De la práctica pedagógica dialógica, emergen
algunos elementos que la caracterizan
como espacio de humanización, encuentro y transformación, entre los que
resaltan:
a) Promueve
la creación de espacios psicológicamente seguro: el diálogo con el otro es
posible en la medida en que las personas involucradas no se sientan amenazadas,
mucho menos invalidadas en su concepción de una realidad. Las condiciones de la
empatía, el aprecio positivo incondicional y la congruencia son necesarias para un clima psicológicamente favorable para el intercambio
significativo entre personas.
b) Humildad: la realidad no se aprehende,
únicamente se puede llegar a tener diversas interpretaciones de ella, todo esto
tiene un valor fundamental dentro de un proceso dialógico que propicia el
acercamiento de las realidades de cada uno de los interlocutores, de una manera
tentativa, tratando de ver si las comprensiones son congruentes en ambas
personas. Ante la imposibilidad o arrogancia de llegar a conocer la verdad, de
la otra persona, se asume una aproximación hacia ella desde la humildad, desde
una postura que trata de entender y que se muestra falible.
c)
Presencia: el diálogo implica el “estar ahí”, significa que la persona se
encuentra con todo su ser dispuesta a dar respuesta a lo que el otro dice. De
manera intrapersonal, significaría que la persona en ese momento concreto vive
un estado de congruencia o de integración, y no de disociación, ya que esto
último afectaría el nivel de involucramiento real con el “otro”.
d)
Comprensión empática: Cada interlocutor, se presenta con una actitud que busca el
entendimiento del “otro” desde su postura o su marco de referencia, sin perder
nunca el propio o identificarse emocionalmente, en otras palabras: comprender
al “otro” en sus propios términos.
e)
Mutualidad: Este elemento implica que si la relación es asimétrica en cuanto
al grado de poder de los participantes, en la medida en que se genere realmente
el diálogo, también se generará un proceso de igualdad. Por lo que cuando uno
de los interlocutores se ubica como más listo y más experimentado o más
capacitado que la otra persona, en algún momento el diálogo incipiente se
detiene o simplemente no se genera.
f)
Participación: Ser parte de una comunicación dialógica necesariamente requiere
que ambos contribuyan de manera facilitadora a un proceso nuevo, en donde no se
conoce el destino, y mucho menos los resultados finales. Solo es en la mutua participación,
sin enjuiciar o descalificar, que puede
surgir el proceso dialógico.
g) Construcción de significados: En el diálogo
existe una serie de significados que ambas personas llevan consigo a este proceso. Más
que una imposición, convencimiento o persuasión de que algunos significados son
los correctos y otros no, la comunicación dialógica permite que en este proceso
tentativo e incierto, ambas personas empiecen a construir nuevos significados del objeto que se
descubre. Después del diálogo se pueden revisar, constatar, reestructurar o
revalorar los significados más atesorados y dar la bienvenida a aquellos que
nacen de este encuentro significativo
h) La
dignidad del “otro”: Esta actitud implica un respeto y una valoración no condicionada
del otro participante. Es entender que más allá de las ideas, concepciones o
posturas que el otro pueda tener, se encuentra por encima de todo esto su
calidad como ser humano, único y distinto.
i)
Autenticidad: Para que exista un encuentro significativo en esta práctica
pedagógica, los que en ella intervienen lo hacen desde una postura genuina, entendida,
como el permitirse ser y experimentar lo que se es en realidad. Ni la
superficialidad o la estrategia manipulativa o encubierta pueden sustituir el
encuentro auténtico que permite el diálogo.
De
este modo se observa, que la práctica pedagógica basada en la perspectiva
dialógica, promueve una estrecha relación entre el estudiante, educador y el
contexto en el cual se encuentran inmersos, lo que implica compartir ideas y
experiencias dentro de un clima participativo, crítico, reflexivo, en el que
los que participan comprendan las posibilidades transformadoras
encerradas en esa experiencia; y en la que el educador, desde el enfoque
crítico de Giroux, confirme la experiencia del estudiante como parte de este
encuentro pedagógico, organizando prácticas que encuentren resonancia en las
experiencias vivenciales de éstos, convirtiendo esa experiencia en algo problemático y crítico, promoviendo la
emancipación, a través de
procesos de enseñanza y aprendizaje orientados la aprehensión por parte del estudiante
de herramientas necesarias para la transformación, que le permitan adquirir una
nueva posición ante los problemas, como lo son: la criticidad, la reflexión y el
análisis de las situaciones.
El desarrollo del estudiante como
sujeto libre y transformador, solo será posible en la medida que el educador
facilite situaciones de aprendizaje que signifiquen mayores retos para él, que
le inviten a soñar posibilidades, que creen conflictos cognoscitivos que
orienten e impulsen espacios de reflexión en el proceso de
enseñanza-aprendizaje en los que el estudiante aprenda a valorar, argumentar
sus puntos de vista, defenderlos ante los que se oponen a ellos, en los que
tenga libertad para expresar sus criterios, para discrepar, para plantear
iniciativas, para escuchar y comprender a los demás, para enfrentarse a
problemas con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus
propósitos, a través de un diálogo constante, lleno de revisiones y análisis críticos de los problemas, despertando en el la
conciencia, para que sepa que puede ser capaz de hacer y actuar en su realidad
y transformarla.
Fuentes:
. Giroux, H. (1999). Los
profesores como intelectuales. Barcelona: Paidós.
. Freire,
P. (1997). A la sombra de este
árbol. Esplugues de Llobregat (Barcelona). El Roure.
.
Fromm, E. (1990) El
Arte de Amar. Una Investigación sobre la Naturaleza del Amor. México: Editorial
Paidós.
.
Ghiso, A. (2005) Sostener
una mano o encadenar un alma... Legados de Paulo Freire para la conceptualización de la Pedagogía Social
en América Latina.
Disponible: http://www.uv.mx/serviciosead/RedEad/Articulos/articulo1.htm.
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